Neumonía atípica: qué es, síntomas y tratamiento

Dr. Pedro Pinheiro

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¿Qué es la neumonía atípica?

La neumonía atípica es una forma de infección respiratoria que se diferencia notablemente de la neumonía típica, tanto en sus agentes causales como en su presentación clínica.

Mientras que la neumonía típica suele caracterizarse por síntomas agudos y fácilmente reconocibles, como fiebre alta, tos con expectoración, postración y dolor torácico al respirar o toser, la neumonía atípica puede ser más insidiosa, con signos y síntomas que se desarrollan de forma más gradual y menos intensa, a menudo similares a los de un resfriado común o una gripe.

En inglés, la neumonía atípica suele denominarse «walking pneumonia», precisamente por su presentación clínica más leve, que permite al paciente continuar con sus actividades cotidianas, a diferencia de las formas más clásicas de neumonía que, por regla general, son muy debilitantes, impiden al paciente trabajar o ir a la escuela y a menudo requieren hospitalización.

La naturaleza «silenciosa» de esta neumonía hace que muchos pacientes no reconozcan la gravedad de su condición, lo que puede llevar a diagnósticos tardíos y, en algunos casos, a complicaciones graves, especialmente en individuos con sistemas inmunitarios debilitados o con enfermedades preexistentes.

A diferencia de la neumonía bacteriana típica, que suele afectar a los lóbulos pulmonares, la neumonía atípica a menudo da como resultado patrones de infiltración más dispersos en los tejidos pulmonares, algo que puede identificarse mediante radiografías de tórax.

Los agentes causantes de la neumonía atípica incluyen variedades específicas de bacterias, como Mycoplasma pneumoniae, Chlamydophila pneumoniae y, en algunos casos, virus y hongos.

En este artículo, nos enfocaremos exclusivamente en la neumonía atípica. Para información sobre la neumonía típica, visite los siguientes enlaces:

Causas

La neumonía atípica está causada por agentes infecciosos distintos de los responsables de la neumonía típica. Los principales agentes causantes son bacterias:

  • Mycoplasma pneumoniae: es el agente más frecuente de la neumonía atípica, sobre todo en niños y adultos jóvenes. El Mycoplasma pneumoniae causa infecciones respiratorias que varían de leves a moderadas y se caracterizan por una tos persistente.
  • Chlamydophila pneumoniae: otra causa frecuente de neumonía atípica, que afecta a individuos de todas las edades. Las infecciones por Chlamydophila pneumoniae (antes llamadas Chlamydia pneumoniae) suelen ser más leves y pueden aparecer repetidamente a lo largo de la vida de una persona.
  • Legionella pneumophila: la bacteria que causa la legionelosis. Es un patógeno acuático que se propaga a través de sistemas de agua contaminados, como torres de refrigeración o sistemas de aire acondicionado. Aunque es menos frecuente, la infección por legionela puede ser más grave y requiere atención inmediata.

Aunque no es una causa tan frecuente como las bacterias enumeradas anteriormente, las infecciones víricas también pueden ser causa de neumonía atípica, y no es infrecuente la infección por dos o más virus simultáneamente.

Los virus más frecuentes que causan neumonía atípica son:

  • Gripe A y B (virus de la gripe).
  • Adenovirus tipos 3, 4 y 7 (sobre todo en reclutas militares).
  • Metapneumovirus humano (más frecuente en niños menores de 5 años).
  • Virus respiratorio sincitial (VRS) (especialmente frecuente en niños pequeños, adultos mayores y pacientes inmunodeprimidos).
  • Virus de la parainfluenza.
  • Rinovirus (más frecuente en adultos).
  • Coronavirus (más frecuente en adultos).
  • Bocavirus humano (más frecuente en niños menores de 5 años).

En algunos casos, los hongos y los parásitos también pueden causar neumonía atípica, aunque esto es más raro.

A lo largo del artículo, nos centraremos más en la neumonía atípica de origen bacteriano, que es la forma más frecuente, sobre todo la causada por la bacteria Mycoplasma pneumoniae.

Factores de riesgo

La neumonía atípica, a pesar de su naturaleza generalmente más leve en comparación con la neumonía típica, puede afectar a individuos de distintas edades y condiciones de salud. Algunos factores pueden aumentar significativamente el riesgo de que una persona desarrolle una neumonía atípica. Entre ellos están

  • Edad: aunque la neumonía atípica puede producirse a cualquier edad, determinados grupos de edad son más propensos a tipos específicos de infecciones. Los niños, adolescentes y adultos jóvenes se ven más afectados por el Mycoplasma pneumoniae, mientras que los ancianos pueden ser más vulnerables a las infecciones por Chlamydophila pneumoniae y Legionella.
  • Ambientes cerrados y concurridos: las escuelas, universidades, bases militares y residencias de ancianos son lugares habituales de brotes de neumonía atípica debido a la proximidad y el contacto frecuente entre las personas. La proximidad e interacción constante con un gran número de personas en estos entornos facilita la transmisión de patógenos respiratorios.
  • Sistema inmunitario debilitado: las personas con el sistema inmunitario debilitado, ya sea por afecciones médicas como el VIH/SIDA, tratamientos como la quimioterapia o el uso prolongado de fármacos inmunosupresores, son más susceptibles a infecciones, incluyendo la neumonía atípica.
  • Enfermedades respiratorias crónicas: los pacientes con afecciones respiratorias crónicas, como asma o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), pueden ser más susceptibles a la neumonía atípica.
  • Tabaquismo: los cigarrillos no solo dañan el tejido pulmonar, sino que también disminuyen la capacidad del organismo para combatir las infecciones respiratorias, incluida la neumonía atípica.

Epidemiología

La neumonía silenciosa es bastante frecuente, y contribuye a un porcentaje significativo de casos de neumonía en todo el mundo. Esta incidencia varía en función de factores, como la localización geográfica, la edad de la población afectada y el tipo específico de patógeno implicado.

Se calcula que la neumonía atípica representa entre el 15% y el 40% de todos los casos de neumonía. La variación en la incidencia se debe a la diversidad de patógenos y a la sensibilidad de los métodos de diagnóstico utilizados. Esta forma de neumonía se observa con frecuencia en entornos comunitarios y puede afectar a personas de todas las edades.

Los brotes específicos de neumonía atípica son frecuentes en todo el mundo. En el momento de escribir estas líneas, hay un brote de neumonía atípica por Virus respiratorio sincitial (VRS) en EE.UU. y de Mycoplasma pneumoniae en Asia y Europa.

  • Brotes de Mycoplasma pneumoniae: se sabe que el Mycoplasma pneumoniae causa brotes cíclicos cada 3 a 7 años, sobre todo en entornos cerrados y abarrotados, como escuelas, bases militares y dormitorios. Los niños y los adultos jóvenes suelen ser los más afectados, pero la incidencia en otros grupos de edad también es significativa.
  • Brotes de Chlamydophila pneumoniae: la infección por Chlamydophila pneumoniae está más generalizada y se produce de forma más esporádica, pero también se han documentado brotes en entornos cerrados, como residencias de ancianos. Esta bacteria suele afectar a una franja de edad más amplia, incluidos los ancianos.
  • Brotes de Legionella pneumophila: la Legionella pneumophila se asocia a brotes específicos, a menudo relacionados con sistemas de agua contaminados en hoteles, hospitales y edificios residenciales. Aunque es menos frecuente, la enfermedad del legionario, causada por la Legionella, puede ser grave y requiere una atención especial.

Es importante señalar que la incidencia de la neumonía atípica puede subestimarse debido a la naturaleza a menudo leve de los síntomas y a la dificultad del diagnóstico. Muchos casos leves pueden no notificarse o confundirse con infecciones comunes de las vías respiratorias altas. Por tanto, la vigilancia continua y la mejora de las técnicas de diagnóstico son esenciales para comprender mejor la epidemiología de la neumonía atípica y aplicar medidas preventivas eficaces.

Transmisión

La transmisión de la neumonía atípica varía en función del agente infeccioso implicado. Resumiremos las formas de transmisión más frecuentes:

  • Mycoplasma pneumoniae: la transmisión de la M. pneumoniae se produce principalmente a través de las gotitas respiratorias que se liberan cuando una persona infectada tose o estornuda. Las gotitas pueden ser inhaladas por personas cercanas, lo que provoca la contaminación. El periodo de incubación oscila entre una y tres semanas, y las personas infectadas pueden ser contagiosas durante mucho tiempo, incluso antes de que aparezcan los síntomas. En entornos cerrados y abarrotados, como escuelas y dormitorios, la probabilidad de transmisión aumenta significativamente.
  • Chlamydophila pneumoniae: de forma similar, la C. pneumoniae se transmite de persona a persona a través de las gotitas respiratorias. La transmisión se produce por contacto estrecho con una persona infectada que tose o estornuda. La infección por este patógeno puede producirse a cualquier edad, pero es especialmente frecuente en ancianos y en entornos comunitarios.
  • Legionella pneumophila: a diferencia de los agentes bacterianos anteriores, la L. pneumophila no se transmite de persona a persona. La infección se produce por la inhalación de partículas de agua (aerosoles) que contienen la bacteria. Las fuentes habituales de contaminación son los sistemas de agua caliente y fría de los grandes edificios, las torres de refrigeración de los sistemas de aire acondicionado, las fuentes decorativas y los balnearios. Aunque es poco frecuente, la infección también puede producirse por aspiración de agua contaminada, sobre todo en personas con dificultad para tragar.
  • Virus respiratorio sincitial (VRS): la principal vía de transmisión de los virus que causan la neumonía atípica son las gotitas respiratorias que expulsa una persona infectada al toser, estornudar o incluso al hablar. Estas gotitas pueden ser inhaladas directamente por otras personas o depositadas en superficies, donde el virus permanece viable durante algún tiempo. Los virus como el de la gripe y el VRS pueden sobrevivir en superficies como picaportes, pasamanos y otros objetos durante varias horas. El contacto con estas superficies seguido de tocarse los ojos, la nariz o la boca puede provocar una infección.

Cada uno de estos patógenos tiene características de transmisión diferentes, lo que significa que las estrategias de prevención y control deben adaptarse al tipo específico de neumonía atípica. Por ejemplo, las medidas para controlar la propagación de las infecciones por Mycoplasma, Chlamydophila y virus respiratorios se centran en la higiene respiratoria y el distanciamiento social, mientras que la prevención de la infección por Legionella implica un mantenimiento adecuado de los sistemas de agua de los edificios y las fuentes públicas.

Síntomas

Infección asintomática

Aunque la neumonía atípica suele asociarse a una serie de síntomas que varían de leves a moderados, es importante señalar que, en muchos casos, la infección puede producirse de forma asintomática. Esto significa que la persona está infectada por el agente patógeno de la neumonía atípica, pero no muestra ningún síntoma evidente de la enfermedad. Esto es bastante frecuente en los casos de infección por Mycoplasma pneumoniae.

Algunos puntos importantes sobre la infección asintomática por Mycoplasma pneumoniae son:

  • Prevalencia de la infección asintomática: los estudios epidemiológicos demuestran que la tasa de portadores asintomáticos de Mycoplasma pneumoniae en personas sanas varía ampliamente, oscilando aproximadamente entre el 0 y el 50%. Esta variación puede atribuirse a diferencias en la prevalencia local, la edad del paciente, los métodos de diagnóstico utilizados y el tamaño de la muestra del estudio.
  • Portadores prolongados tras una infección sintomática: la infección asintomática puede producirse no solo de forma aislada, sino también como continuación tras una infección sintomática. Esto implica que una persona puede seguir albergando y transmitiendo potencialmente el patógeno incluso después de haberse recuperado de los síntomas y estar supuestamente curada.
  • Duración de la infección asintomática: tras una infección aguda, la infección asintomática por Mycoplasma pneumoniae puede persistir durante semanas o meses. La duración media es de aproximadamente siete semanas. Esto sugiere que, incluso después de que se hayan resuelto los síntomas, los individuos pueden seguir siendo una fuente de transmisión de la enfermedad.

Neumonía atípica sintomática

Cuando el paciente desarrolla síntomas de neumonía atípica, una característica importante es que en muchos casos el cuadro clínico es más prolongado, con síntomas leves que evolucionan progresivamente. Precisamente por la apariencia leve de la infección, a menudo se retrasa el diagnóstico, ya que los pacientes pueden tardar en buscar atención médica.

Los principales síntomas asociados a la neumonía atípica son:

  • Tos: suele ser el síntoma más destacado y puede ser persistente y seca. En algunos casos, la tos puede tener esputo, pero no es tan prominente como en la neumonía bacteriana típica.
  • Fiebre baja: a diferencia de la neumonía típica, que suele tener fiebre alta, la neumonía atípica suele causar fiebre baja.
  • Síntomas parecidos a los de la gripe: dolor de garganta, estornudos, ronquera, rinitis y sinusitis son síntomas frecuentes en la neumonía atípica y a menudo dan la impresión de que el paciente solo tiene un resfriado o gripe. Esto es especialmente frecuente en la neumonía vírica y la neumonía causada por M. pneumoniae o C. pneumoniae.
  • Malestar y fatiga: los pacientes pueden sentirse cansados o fatigados, pero estas sensaciones suelen ser menos intensas que las observadas en la neumonía típica y no suelen ser suficientes para que el paciente busque ayuda médica al principio.
  • Dolor de cabeza y dolor corporal: algunos pacientes con neumonía atípica pueden experimentar dolor de cabeza y dolor muscular.
  • Dolor torácico: el dolor torácico asociado a la neumonía atípica suele ser leve y puede ser más pronunciado al toser.
  • Dificultad respiratoria: en los casos más graves, los pacientes pueden experimentar dificultad respiratoria, pero es menos frecuente que en la neumonía típica.
  • Síntomas gastrointestinales: en algunas infecciones, como las causadas por Legionella, pueden presentarse síntomas gastrointestinales como diarrea y náuseas.

Diagnóstico

El diagnóstico de la neumonía atípica implica una combinación de evaluación clínica, radiológica y de laboratorio.

Evaluación clínica

La neumonía atípica debe considerarse en pacientes con una infección de larga duración de las vías respiratorias altas, como dolor de garganta, malestar general, fiebre baja y, sobre todo, tos persistente de varios días a semanas de duración.

Los resfriados o gripes que tardan mucho en curarse por completo son una pista importante para pensar en una neumonía atípica.

Evaluación radiológica

Las radiografías de tórax generalmente revelan una afectación pulmonar más extensa de lo que se esperaría basándose en la exploración física. Pueden observarse infiltrados intersticiales o nodulares, principalmente en los lóbulos inferiores de los pulmones.

Infiltrados intersticiales en un paciente con neumonía atípica por Mycoplasma pneumoniae.
Infiltrados intersticiales en un paciente con neumonía atípica por Mycoplasma pneumoniae.

Puede haber derrame pleural y afectación del lóbulo superior, pero son menos frecuentes. En los casos graves, las imágenes radiológicas pueden mostrar bronconeumonía que afecta a todo el pulmón.

Evaluación de laboratorio

Los datos de laboratorio rutinarios suelen ser normales. Puede producirse una leve leucocitosis en hasta el 25% de los casos, pero el recuento total de leucocitos raramente supera los 15.000 por mL.

En la neumonía atípica causada por agentes como Mycoplasma pneumoniae, Chlamydophila pneumoniae o Legionella pneumophila, el diagnóstico definitivo suele depender de pruebas específicas como el cultivo, la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) o las pruebas serológicas para estos patógenos.

Sin embargo, el diagnóstico definitivo del germen causante de la neumonía no siempre es necesario, ya que el tratamiento antibiótico empírico de la neumonía suele cubrir tanto las bacterias causantes de la neumonía típica como de la atípica. Una vez que el cuadro clínico y radiológico sugiere neumonía, puede iniciarse el tratamiento sin necesidad de pruebas más específicas, sobre todo en zonas con pocos recursos tecnológicos.

Si se sospecha una neumonía vírica, pueden analizarse muestras de secreciones respiratorias para identificar el virus específico mediante pruebas como la PCR. También pueden utilizarse pruebas rápidas de antígenos, pero son menos sensibles.

Tratamiento

Neumonía bacteriana atípica

En la mayoría de los pacientes con neumonía adquirida en la comunidad, la causa específica de la enfermedad suele ser desconocida en el momento del diagnóstico inicial. Por ello, es frecuente adoptar un enfoque terapéutico empírico, es decir, basado en los tipos de bacterias más comunes en tu comunidad y en el perfil de resistencia bacteriana.

La mayoría de los protocolos de tratamiento recomendados incluyen el uso de antibióticos eficaces tanto contra los patógenos usuales de la neumonía típica, como Streptococcus pneumoniae, como contra agentes menos comunes, como Mycoplasma pneumoniae y Chlamydophila pneumoniae.

Por tanto, el tratamiento empírico suele incluir un antibiótico para la neumonía típica, como amoxicilina, amoxicilina con ácido clavulánico, ceftriaxona o cefotaxima, más un antibiótico contra las bacterias habituales de la neumonía atípica, como azitromicina, claritromicina o doxiciclina.

Otra opción son las fluoroquinolonas respiratorias, como la Levofloxacin y la moxifloxacin, que actúan simultáneamente contra las bacterias típicas y las atípicas.

El tratamiento dura entre 7 y 14 días, pero puede variar según la gravedad de la infección y la respuesta al tratamiento.

Neumonía vírica atípica

En la neumonía vírica, el tratamiento suele ser de apoyo sintomático, con hidratación adecuada, reposo y uso de antitérmicos y analgésicos para aliviar la fiebre y el dolor.

Los antibióticos no son eficaces contra los virus, pero pueden prescribirse si se sospecha o confirma una infección bacteriana secundaria.


Referencias


Autor(es)

Médico licenciado por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), con títulos de especialista en Medicina Interna por la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y de Nefrología por la Universidad Estadual de Río de Janeiro (UERJ) y por la Sociedad Brasileña de Nefrología (SBN). Actualmente vive en Lisboa, Portugal, tiene títulos reconocidos por la Universidad de Oporto y por el Colegio de Nefrología de Portugal.

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